viernes, 27 de agosto de 1993

Enanos y epístolas IV - La historia de Manitou

Etapa 1

Nací, sin comunidad, en un jardín de comunidad. Pasé mis tres primeros años soportando a una viejecita que me limpiaba con una bayeta áspera y siempre decía “sólo los árabes escupen, mi enanito”. La culpo de todas mis neurosis. No tengo anécdotas de esta etapa, no tenía vida, sólo veía un letrero que parecía empeñado en recordarme lo que me quedaba por sufrir. Un buen día soleado e impregnado de reggae, la señora Björklund murió.

Inestable.

Etapa 2

Me llevaron a un ático del centro de la ciudad en 1979. El barrio entero estaba dominado por los cuervos y no les caía bien, nada bien. Lo único que les agradezco es que me pusieran nombre, que yo también quería uno. Les hacía gracia que fumase, a los imbéciles, y desde el 84 soy, oficialmente, Manitou el Rojo. Dos seres fueron capaces de quebrar esos veinte años de aburrimiento y vejaciones. 

Alguien parecido a Rubalcaba seguía las indicaciones para bicicletas.

En 1990, una pareja de lechuzas grises con manchas negras y otros tonos de gris vinieron a aparearse al balcón tras susurrarme mochuelos al oído. Al despedirse, dijeron que estaban tramando algo muy gordo y que fuese paciente, y lo fui. Me hicieron comprender muchas cosas y me fueron forjando como revolucionario, ya que hasta entonces no era más que un llorica indignado que no entendía las causas de su agonía.

Contra las hormigoneras y, también, contra el hormigón.

Etapa 3

Un tecnócrata al que le gustaba la formulación y hacer explotar sustancias perfumadas reventó el edificio en 1999. El olor a propano lo conservo hasta hoy. Caí en un cubo de la basura que me llevó a un sitio muy extraño, donde conocí a varios enanos prófugos. Ellos me explicaron cómo funcionaba el sistema, lo inútil de las papeletas y la magia de la rebeldía. No daré detalles sobre estos años porque los delitos aún no han prescrito. Nadie sospecha de un enano de jardín.

En alguna ocasión, me ofrecí para ser arrojado.

Etapa 4

Tras años de caos, me fui aburguesando. Me apasionaba la música, probé todos los tipos de plantas que se podían fumar, me hice amigo de los jabalís porque teníamos una cosa en común… Me fui distanciando de los periquitos, los avestruces y las Blancanieves, sumido en mi frágil burbuja de la estética que duró de 2006 a 2009.

Me colaba en los conciertos y pensaban que yo también era decoración.

Etapa 5

Cuando conocí la Ribera y a los enanitos esclavos, no pude evitar volver a las andadas. Creía que estaba todo perdido, que la lucha era inútil, que esas pequeñas victorias no eran nada, por muchas hayas y eucaliptos que me diesen ganas de penetrar. Estaba equivocado. Estuve dos años entre Pradejón, Azagra y Pitillas conspirando y erosionando las verjas de los burgueses con el gorrito. Logramos contactar con un grupo de lexicólogos humanos (que no ginecólogos rumanos) y formaron el FLEJ-Ribera Alta del Ebro. El proyecto más emocionante fue la construcción de Alcuzcuz, colaboré con la aldea desde el primer día. Y esta semana, Segis, Perfectly y toda esta gente expropiaron un trozo de tierra del Estado.

Adolescentes atrapando una patrulla: una de esas pequeñas victorias.

Etapa 6

Los antidisturbios y un tal Bordan me obligan a que mi sexta etapa sea penetrar vaginas en Ucrania, recubierto de plástico, en vez de tener, por fin, un hogar. Bordan me confunde con un gemelo mío que se llamaba Cien y murió hace diecisiete años mientras escapaba del empresario ucraniano con la ayuda de una mazorca; le pilló el transiberiano. Nunca he tenido un hogar y la colonia-jardín es el sitio perfecto. Recompensaré toda ayuda para liberarme con vibraciones naturales, de las de un enano de verdad. De vosotros depende mi sexta etapa. Besitos.

Sentado en aquel banco, mientras la inmadurez me alejaba del sexo más cool.

-Manitou el Rojo

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