martes, 30 de julio de 1996

El FLEJ es un avestruz que observa carreras de sacos

Decía Django: “Hoy en día, es muy bonito practicar carreras pedestres y el soga-tira. Las bolas son esféricas y, en la petanca, hay que arrimar la bola al bolín. Antiguamente, la herradura era muy usual, los bolos datan desde muy antiguo y, en la huta o tanga, que se practica en muchos pueblos y, además, en muchos lugares, hay que derribar la huta con el chaplón. Los saltos con la cuerda son muy aburridos, sólo les gusta saltar a los boxeadores y a los partidarios de Clodio, como yo. Las canicas tienen su origen en Roma, donde no se conocía ni el tira-beque ni el garrote aragonés porque en el Valle del Pas aún no se distinguía entre brincar y arrastrar, lo dicen los historiadores. Seguido, quizá, de la lucha canaria o el incendio de la Curia, por aquello del senatus consultum ultimum, mi juego preferido es aquel que consiste en meter en un cesto, en el menor tiempo posible, un número determinado de mazorcas de maíz colocadas en hileras y separadas unas de otras por una distancia de 1,25 m. Se llama carreras de mazorcas. Si se utilizan palos o bolas de aluminio, ya no se llama carreras de mazorcas. Se llama carreras de palos o bolas de aluminio. Milón no podía preparar una emboscada porque desconocía los movimientos de Clodio.”
Nadie le comprendió en su momento. Cui prodest? Ninguno de mis compañeros encontraba una respuesta. Entonces se me ocurrió hojear el testamento de Ciro, el arquitecto, y lo vi todo más claro. El arte de Django es un arte minoritario, con un deseo absoluto de originalidad, se opone a la lógica, a la estética de las estatuas y a la sociedad del humo y los tornillos a medio aflojar. La incoherencia, el humor, la burla, los balbuceos y la fantasía individual, por fin libre, acabarían por llevar a Django y a los suyos a las llamas del santuario de la Bona Dea. La burguesía no sería capaz de comprenderlo. La clase media se quedaría atrapada entre varios planos geométricos y tiraría de la cadena como cada mañana. El proletariado no haría nada porque no existe. La pobre gente común, incluidos los que se sienten especialitos, no sabría ir más allá de aquel que daba conferencias vestido de torero y celebrar un banquete en un quirófano le parecería gracioso, sin más. Ante tal carga de indiferencia e interés personal, sólo unos pocos se emocionarían ante ese gesto teatral. De entre esos, la dignidad reside en quienes guardan a Lucien Ducasse en su bolsillo y, además, alimentan la Bona Dea con su propia piel, sin delegar en señores con bigote o espada.

“Mi pueblo es un avestruz que no quiere abrir la boca.” (Carmen, Jesús e Iñaki)

Mientras, son rejas los escaparates, y hay esclavos a ambos lados del cristal.

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